hay en Lisboa (I)

Hay en Lisboa una plaza en la que vi pasar el cada día de mi existencia hace años.
Sueño con un olor inolvidable a rancio.
Un tiempo hay que pasa lento, un castillo que presta la tenue visión de su rio, que es como un mar de dudas, un viento que lleva gaviotas del puerto a la ciudad, planeando como reinas sin corona.
Hay una casa con cocina de leña donde viví medio año, a caballo entre paseos y contemplaciones en paseos y más paseos.
Nunca paseé tanto en mi vida.
Hay Bregovic y Cesaria unidos en una canción que es ausencia, bailes lascivos, alcoholizados, extasiados y hay noches, sobretodo hay noches, que nunca volverán, que ya han sido alzados a los altares del mito, que se han emancipado de mi y vuelan independientes. Hay despedidas en aeropuertos.
Sueño con un olor inolvidable a rancio.
Un tiempo hay que pasa lento, un castillo que presta la tenue visión de su rio, que es como un mar de dudas, un viento que lleva gaviotas del puerto a la ciudad, planeando como reinas sin corona.
Hay una casa con cocina de leña donde viví medio año, a caballo entre paseos y contemplaciones en paseos y más paseos.
Nunca paseé tanto en mi vida.
Hay Bregovic y Cesaria unidos en una canción que es ausencia, bailes lascivos, alcoholizados, extasiados y hay noches, sobretodo hay noches, que nunca volverán, que ya han sido alzados a los altares del mito, que se han emancipado de mi y vuelan independientes. Hay despedidas en aeropuertos.