Montag, Oktober 22, 2007

roma


El viaje se emprende en medio de una lucha contra uno mismo, alguien decide irse y ese alguien se descubre dos días antes arrepentido y triste, dubitativo, arañando las paredes de pura incomprensión sobre su realidad, débil, terriblemente en el aire, a muchos metros del suelo, con un dolor de estómago improcedente e incisivo. Se siente flotante, oscilando en un mar sereno, entre la precariedad y la nada. Entre dos mundos posibles el viajero se siente hundido, ajeno a sí mismo y sin asideros, a punto de caer; pero de pronto llega a la ciudad de destino una mañana cualquiera de septiembre y respira el aire silencioso de su propia soledad en cada poro, pero ya no huele al miedo que lo ha acompañado la víspera, no, entonces, en cuanto pisa aquel suelo extraño lo que le viene a la nariz es el inapelable, inconfundible, el inigualable olor a
libertad.
Entonces el viajero se sorprende sonriendo y mirando el cielo, incluso, a veces, se parte de risa y ante sus ojos y su vida se abre una puerta de sensaciones, un mundo por descubrir,
antes,
completamente
insospechado.