Samstag, Januar 27, 2007

hay en Lisboa (I)


Hay en Lisboa una plaza en la que vi pasar el cada día de mi existencia hace años.

Sueño con un olor inolvidable a rancio.

Un tiempo hay que pasa lento, un castillo que presta la tenue visión de su rio, que es como un mar de dudas, un viento que lleva gaviotas del puerto a la ciudad, planeando como reinas sin corona.

Hay una casa con cocina de leña donde viví medio año, a caballo entre paseos y contemplaciones en paseos y más paseos.

Nunca paseé tanto en mi vida.

Hay Bregovic y Cesaria unidos en una canción que es ausencia, bailes lascivos, alcoholizados, extasiados y hay noches, sobretodo hay noches, que nunca volverán, que ya han sido alzados a los altares del mito, que se han emancipado de mi y vuelan independientes. Hay despedidas en aeropuertos.

Mittwoch, Januar 17, 2007

pe(ssoa)rsona


Cuando Odran Reb aún era capaz de pensar escribía siempre ese tipo de cosas que rescinden el contrato con la ilusión y la realidad y el tema de sus mensajes era siempre ese; esa náusea por la vida, esa manida sonatina nihilista, esa pesadumbre de tener que vivir cada día de nuevo. Su vida era cansina, de saldo, fea. En muchos sueños de noches de inopias, de cronopios y famas, nunca lograba llegar al final de la rayuela y una interminable sucesión de números fraccionados se extendía en un absurdo asfalto parduzco y maleable del que no podía salir, en el que se hundía.

En muchos momentos permanecía estirado en calzoncillos, a oscuras, apestado el cuarto con un humo perpetuo de cigarro y hachís. Delgado, dormido la mayor parte de la jornada, sin salir más que para lo imprescindible, Odran Reb pertenecía a una clase de hombres que pensaban que “adaptarse a al vida era casarse con la mediocridad” personas “a quien la adaptación, el plegarse a la realidad, les resulta imposible… Seres espinosos, plenos de temblor, lunáticos, evidentemente absurdos…”

Montag, Januar 08, 2007

querencia


Cobarde.
Nunca me atreví a demostrármelo.
Durante estos tontos años me he regocijado en la frustración, como un cerdo en su charca. He sido Raskolnikov, Soares, Bartleby, Gregor Samsa, Malone, el hombre al que le gustaba ver pasar los trenes, Hans, Chinaski, Kien, Ecce Homo, Montano, Mersault; he sido literatura. Un perdedor que ha buscado dilapidar oportunidades con cierto goce, adrede, miedoso de ganar; asomándome, cuando tenía en mi mano huir, al abismo, porque mi abismo no es más que la victoria.
Lo podría llamar, por decirlo de alguna manera, querencia por el sentimiento trágico.
Libros, nada más que libros